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UNA INVESTIGACIÓN DE LA NATURALEZA Y LAS CAUSAS DE LA RIQUEZA DE LAS NACIONES.
ADAM SMITH
LIBRO PRIMERO
DE LAS CAUSAS DE MEJORA DE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS DEL TRABAJO Y DEL ORDEN DE ACUERDO AL CUAL SU PRODUCTO ES NATURALMENTE DISTRIBUIDO ENTRE LAS DIFERENTES CATEGORÍAS DEL PAÍS
CAPÍTULO VIII
DE LOS SALARIOS DEL TRABAJO
Traducción de este enlace.
1.8.1 El producto del trabajo constituye la recompensa natural o los salarios del trabajo.
1.8.2 En aquel estado originario de las cosas que precede a la apropiación de la tierra y la acumulación del capital, el producto entero del trabajo pertenece a los trabajadores. No habían ni terrateniente ni amo con quién compartirlo.
1.8.3 De haberse continuado aquel estado de cosas, el salario de la mano de obra habría ido aumentando con todas aquellas mejoras en las fuerzas productivas, cuya causa es la división del trabajo. Todas las cosas se hubieran abaratado gradualmente. Hubieran sido producidas por una menor cantidad de trabajo. Y como las mercaderías producidas por iguales cantidades de trabajo se intercambiarían en aquel estado de cosas por otras producidas por la misma cantidad de trabajo, hubieron de ser adquiridas por una menor cantidad del mismo.
1.8.4 Pero como en la realidad todas las cosas se habrían vuelto más baratas, en apariencia muchas cosas deberían ser más caras que antes, o se hubieran intercambiado por una mayor cantidad de otros productos. Supongamos, por ejemplo, que en la mayor parte de los empleos las fuerzas productivas del trabajo hubieran mejorado diez veces, o que el trabajo de un día puede producir diez veces la cantidad de cosas que antes, pero que en un particular empleo las fuerzas productivas del trabajo sólo hubieran mejorado el doble que antes. Al intercambiar el producto de un día de trabajo en la mayor parte de los empleos por el de un día de trabajo de este tipo particular, diez veces la cantidad original de trabajo contenida en aquellas, adquirirá sólo el doble de la cantidad original en esta. Por tanto, cualquier cantidad en este último artículo de una libra de peso parecerá cinco veces más cara que antes. En realidad, sin embargo, sería el doble de barata. A pesar de requerir cinco veces la cantidad de otras mercaderías para adquirirla. esta sólo requeriría la mitad de cantidad de trabajo para adquirirla o producirla. La adquisición, pues, sería el doble de fácil de antes [este argumento es falso; cualquier artículo cuyo proceso de producción quede retrasado en la carrera por el aumento de la productividad con respecto a la media se debe encarecer, y si va por delante, se debe abaratar; todo esto suponiendo que haya competencia perfecta].
1.8.5 Pero en este estado original de las cosas, en el cuál el trabajador disfruta del producto entero de su propio trabajo, no podría durar más allá de la primera introducción de la apropiación de la tierra y de la acumulación del capital. Pero esta era terminó, por lo tanto, mucho antes de que se hubieran hecho las más importantes mejoras en las fuerzas productivas del trabajo, y no habría ningún propósito en seguir su rastro más allá de lo que que hubieran debido ser sus efectos en la recompensa o los salarios del trabajo.
1.8.6 Tan pronto como la tierra se convierte en una propiedad privada, el terrateniente exige una parte de casi todos los productos que el trabajador puede cultivar o colectar de ella. Su renta se convierte en la primera deducción del producto del trabajo que es empleado en la tierra.
1.8.7 Rara vez pasa que la persona que que labra la tierra posee los medios necesarios para mantenerse hasta que recoge la cosecha. Su mantenimiento le es generalmente adelantado del capital del amo, el granjero que le emplea, y quién no tendría ningún interés en emplearle, a menos que fuera a compartir el producto de su trabajo, o al menos su capital le fuese reemplazado con un beneficio. Este beneficio hace una segunda deducción del producto del trabajo que es empleado en la tierra.
1.8.8 El producto de casi todos los demás trabajos está sujeto a parecidas deducciones del beneficio. En todas las demás artes y manufacturas, la mayor parte de los trabajadores necesita un amo que les adelante los materiales de su trabajo, y sus salarios y mantenimiento hasta que el trabajo es completado. Él comparte el producto de su trabajo, o el valor que se añade a las materias primas en las que se invierte, y en esta parte consiste su beneficio.
1.8.9 Verdaderamente sucede a veces que un sólo trabajador independiente tiene suficiente capital para adquirir los materiales que necesita para su trabajo y mantenerse a si mismo hasta que el trabajo esta completado. Él es al mismo tiempo trabajador y amo, y disfruta del producto entero de su propio trabajo, o de todo el valor que su trabajo añade a los materiales en los que invirtió su capital. Lo que ingresa incluye dos tipos distintos de ingresos, que generalmente pertenecen a dos personas distintas, los beneficios del capital y los salarios del trabajo [véase los apartados 1.6.19 a 1.6.23, ambos inclusive].
1.8.10 Semejantes casos, sin embargo, no son muy frecuentes, y en la mayor parte de Europa veinte trabajadores sirven bajo las órdenes de un amo por uno que es independiente. Y en todas partes los salarios son entendidos como lo que generalmente son, cuando el trabajador es una persona y el propietario del capital que le emplea otra.
1.8.11 En todas partes, el nivel de los salarios corrientes depende del contrato usualmente hecho entre ambas partes cuyos intereses no son, de ninguna manera, los mismos. Los trabajadores desean obtener lo máximo, los amos dar tan poco como sea posible. Los primeros están dispuestos a unirse para elevar los salarios, los segundos para bajarlos.
1.8.12 Sin embargo, no es difícil prever cual de las dos partes, en todas las ocasiones normales, tendrá ventaja en la disputa y forzar a la otra parte a un acuerdo con sus condiciones. Los amos, siendo inferiores en número, pueden acordar entre ellos mucho más fácilmente; y las leyes y las autoridades autorizan, o al menos no prohíben, esos acuerdos, mientras prohíben los de los trabajadores. No disponemos de leyes del parlamento contra los acuerdos para bajar el precio del trabajo, pero si muchos leyes y acuerdos para evitar su aumento. En esta clase de disputas, los amos pueden sostenerse mucho más tiempo. Un terrateniente, un granjero, el propietario de una manufactura, un mercader, aunque no empleen a un sólo trabajador, pueden normalmente vivir un año o dos de su capital acumulado. Muchos trabajadores no pueden subsistir una semana, pocos pueden subsistir un mes, y raro es el que puede subsistir todo un año sin un empleo. A largo plazo, quizás el trabajador sea tan necesario a su amo como su amo a él; pero esta necesidad no es tan inmediata.
1.8.13 Se dice que es muy raro oír hablar de las asociaciones de amos, aunque frecuentemente oímos hablar de las asociaciones de trabajadores. Pero quién imagine, por este dicho, que los amos raramente se asocian, es tan ignorante de lo que sucede en el mundo como del asunto en cuestión. Los amos están siempre y en todas partes en una especie de tácita, pero constante y uniforme combinación, para no elevar las ganancias del trabajo por encima de su tasa real. Violar esta combinación es, en todas partes, la acción más impopular, y una suerte de reproche al amo entre sus vecinos y sus iguales. Nosotros pues, rara vez oímos hablar de esta combinación, porque es el estado normal, e incluso podríamos decir, el estado natural de las cosas, de las que rara vez se suele hablar. Los amos, también, a veces se combinan para hacer caer los salarios por debajo incluso de su tasa natural. Dichos acuerdos se hacen con el mayor silencio y secreto, hasta el momento de su ejecución, y cuando los trabajadores ceden, como ocurre a veces, sin resistencia, a pesar de que lo sufren ellos mismos, nunca el resto de la gente se entera. Semejantes combinaciones, sin embargo, son normalmente resistidas por la combinación contraria de los trabajadores unidos en oposición a dicho acuerdo, quienes, a veces, se combinan y acuerdan elevar el precio de su trabajo. Sus pretensiones generalmente se producen, a veces por el elevado precio de las provisiones, a veces por los grandes beneficios que sus amos obtienen con su trabajo. Pero cuando se combinan, bien sea defensivamente, bien sea ofensivamente, siempre es bien público y notorio. Para resolver el enfrentamiento rápidamente, los trabajadores siempre recurren a los más altos clamores, y a veces a la violencia y crueldad más estridente. Se encuentran desesperados, y actúan con la imprudencia y los excesos de los hombres desesperados, quienes se encuentran en la disyuntiva de elegir entre morir de hambre o asustar a sus amos para obligarles a aceptar sus demandas. En estas ocasiones los amos se desgañitan tan clamorosamente como la otra parte, y nunca cesan de reclamar en voz alta la asistencia de los magistrados civiles para ejecutar rigurosamente aquellas leyes promulgadas con mucha severidad contra la combinación de sirvientes, trabajadores y jornaleros. Consiguientemente, los trabajadores rara vez obtienen ninguna ventaja de la violencia de estas tumultuosas combinaciones, en parte por la interposición de los magistrados civiles, en parte por la superior firmeza de los amos y, en parte, por la necesidad que tienen la mayor parte de los trabajadores de someterse para obtener su subsistencia, y que habitualmente terminan en nada, excepto el castigo o la ruina de sus líderes.
1.8.14 Pero aunque en las disputas con sus trabajadores, los amos tienen generalmente la ventaja, hay, sin embargo, una cierta tasa por debajo de la cual parece imposible reducir, durante un considerable lapso de tiempo, los salarios ordinarios, incluso en los trabajos más bajos.
1.8.15 Cada hombre debe vivir de su trabajo, y sus trabajos deben al menos ser suficientes como para mantenerlo a él. Debe incluso en muchas ocasiones ganar algo más, pues de otro modo sería imposible para él mantener una familia, y esta clase de trabajadores no duraría más de una generación. El Sr. Cantillón, sobre este tema, parece suponer que las clases más bajas de trabajadores deben ganar en cualquier lado al menos el doble de su propia manutención, con el objeto de conseguir, lo uno con lo otro, la manutención de dos chicos; el trabajo de la mujer, a cuenta de la necesaria atención de los hijos, debe ser apenas lo suficiente para mantenerse a ella misma. Pero se calcula que la mitad de los chicos nacidos mueren antes de llegar a la pubertad. Los más pobres trabajadores, por consiguiente, de acuerdo con estas cuentas, deben intentar, uno con otro, intentar criar al menos cuatro chicos, para conseguir que al menos dos tengan la oportunidad de vivir hasta la pubertad. Pero el necesario mantenimiento de cuatro chicos debe ser aproximadamente equivalente al de un hombre adulto. El mismo autor añade que el trabajo de un esclavo bien constituido se calcula que vale el doble de su mantenimiento. Y el mantenimiento del trabajador más débil no debe valer menos que el de un esclavo bien formado. Pero al menos parece cierto que, para mantener a una familia, el trabajo del marido y la esposa juntos debe, incluso en las clases más bajas de los trabajadores comunes, ser capaces de ganar algo más de lo suficiente de lo necesario de su propio mantenimiento; pero no seré yo quien determine esta cuestión arriba mencionada.
1.8.16 A veces ocurre que, bajo ciertas circunstancias, los trabajadores tienen una cierta ventaja, y estas les capacita para elevar sus salarios por encima de su tasa natural; evidentemente es la más baja consistente con un sentimiento de humanidad.
1.8.17 Cuando en un país cualquiera la demanda de sirvientes, trabajadores, jornaleros y empleados de cualquier clase crece continuamente; cuando año tras año se emplea a un mayor número de trabajadores que el año anterior, los trabajadores no necesitan combinarse para elevar sus salarios. La escasez de manos ocasiona una competencia entre amos, quienes pujan los unos contra los otros para conseguir trabajadores, y que así rompen voluntariamente la natural combinación entre los amos para no elevar los salarios. Es evidente que la demanda de aquellos que viven de los salarios no puede ser incrementada en la misma proporción que el incremento de los fondos que están destinados al pago de los salarios. Esos fondos son de dos clases; primero, los fondos que son superiores de lo que es necesario para su manutención; y, segundo, el capital que excede a lo que es necesario para los usos de sus amos.
1.8.18 Cuando el terrateniente, el rentista, u hombre adinerado tiene un ingreso mayor que el que él considera suficiente para el mantenimiento de su propia familia, él emplea o todo o una parte de este exceso para mantener unos o más sirvientes para los trabajos más serviles. Incrementen este sobrante extra, y naturalmente aumentará el número de esos sirvientes.
1.8.19 Cuando un trabajador por cuenta propia, como un tejedor o un zapatero tiene acumulado más capital del que necesita para adquirir los materiales necesarios para su propio trabajo y para mantenerse a sí mismo hasta que pueda disponer del fruto del mismo, naturalmente empleará uno o más operarios con dicho excedente para obetener un beneficio de dicho trabajo asalariado. Auméntese este excedente y naturalmente incrementará el número de operarios.
1.8.20 La demanda de aquellos que viven de su sus salarios, por consiguiente, necesariamente se incrementa con el incremento de los beneficios y el capital de cada país, y no se puede incrementar sin dichos incrementos. El incremento de los beneficios y del capital es el incremento de la riqueza nacional. La demanda de aquellos que viven de sus salarios, por lo tanto, naturalmente se incrementará con el incremento de la riqueza nacional, y no se incrementará sin dicho aumento.
1.8.21 No es el importe real de la riqueza nacional, sino el continuo incremento de la misma lo que ocasiona un incremento de los salarios de la mano de obra. No es, de acuerdo con esto, en los países más ricos, sino en los más crecen, o en aquellos países que se están enriqueciendo más rápidamente, donde los salarios de la mano de obra son más elevados. Inglaterra es en el momento actual, un país mucho más rico que cualquier parte de América del Norte Los salarios de la mano de obra son, sin embargo, mucho más elevados en América del Norte que en cualquier parte de Inglaterra. En la provincia de Nueva York (*), los operarios comunes ganaban en 1773, antes del comienzo de los actuales disturbios, tres chelines y seis peniques de su moneda circulante, equivalente a 2 chelines de moneda inglesa, por día; los carpinteros de barcos, 10 chelines y seis peniques de la moneda local, con una pinta de ron local que vale 6 peniques, equivalente todo junto a 6 chelines de esterlina; los carpinteros de casas y albañiles, 6 chelines de moneda local, que valen lo mismo que 4 chelines y seis peniques de libra esterlina; los sastres que cobran por día, 5 chelines de moneda local, equivalente a 2 chelines de esterlina. Esos precios son superiores a los precios de Londres. Y los salarios, según se dice, son superiores en otras colonias que en Nueva York. Los precios de las provisiones son, en cualquier parte de norteamérica mucho más bajos que en Inglaterra. Un período de escasez de alimentos es totalmente desconocido allí. Aun en las peores épocas tuvieron lo suficiente como para alimentarse ellos mismos, aunque tuvieran menos para exportar. Si el precio monetario del trabajo, por tanto, es allí mayor que en cualquier lugar de la madre patria, el precio real, la capacidad real de comprar las cosas necesarias y convenientes para la vida que obtiene el trabajador, debe ser mayor en una proporción aún mayor.
1.8.22 Pero aunque América del Norte no es todavía tan rica como Inglaterra, está avanzando y prosperando a mucha mayor velocidad para adquirir más riquezas. La señal más decisiva de la prosperidad de cualquier país es el aumento del número de sus habitantes. En Gran Bretaña y muchos países europeos, se supone que no son capaces de doblar su población en menos de 5 siglos. En las colonias británicas de América del Norte, nos encontramos que la población se dobla en veinte o veinticinco años. Ni aun en los tiempos actuales se debe este incremento a la continua importación de nuevos habitantes, sino a la gran multiplicación de la especie. Se dice que aquellos que viven hasta una edad muy avanzada frecuentemente pueden ver a cincuenta, cien e incluso, a veces, más descendientes. El trabajo es allí tan bien recompensado que una familia numerosa, en vez de ser una carga pesada, es una fuente de opulencia y prosperidad para los padres. El trabajo de cada hijo, antes de que abandone la casa, se calcula que vale un centenar de libras netas para los padres. Una joven viuda con cuatro o cinco niños jóvenes, quien, encontrándose entre las clases medianas o inferiores de la sociedad en Europa, tendría muy pocas oportunidades de encontrar un segundo marido, es allí frecuentemente cortejada como una especie de fortuna. El valor de los niños es, frecuentemente, un gran estímulo para el matrimonio. No podemos, por lo tanto, maravillarnos de que la gente de América del Norte generalmente se case tan jóvenes.Pese al gran incremento ocasionados por tan tempranos matrimonios, hay una continua queja sobre la escasez de manos en América del Norte. La demanda de trabajadores, el fondo destinado a su manutención se incrementa, incluso, según parece, más rápido que pueden encontrar trabajadores.
1.8.23 A pesar de que la riqueza de un país sea muy grande, si ha estado por largo tiempo estacionario, no debemos esperar encontrar salarios muy altos en él. Los fondos destinados al pago de los salarios, los ingresos y el stock de capital de sus habitantes, pueden ser de muy grandes; pero si han continuado por varios siglos al mismo o casi al mismo nivel, el número de trabajadores empleados cada año puede fácilmente proporcionar, eincluso más que proporcionar, el número requerido para el siguiente año. Difícilmente puede haber escasez de manos, y los amos no se verán obligados a pujar los unos contra los otros para obtenerlas. Al contrario, en este caso, las manos se multiplicarán más allá del empleo. Debería haber una constante escasez de empleos, y los trabajadores deberían verse obligados a competir los unos contra los otros para obtenerlos. Si en un país semejante los salarios hubieran sido más que suficientes para mantenerse y a él y a su familia, la competencia entre trabajadores y el interés de los amos pronto reduciría los salarios al nivel más bajo compatible con la supervivencia humana. China ha sido durante mucho tiempo uno de los más ricos, más fértiles, mejor cultivados, más industriosos y más populosos países en el mundo. Según parece, sin embargo, ha estado durante mucho tiempo estacionario. Marco Polo, quién visitó el país hace más de quinientos años, describe su cultivo, industria y población casi en los mismos términos en los cuales es descrito por los viajeros en la actualidad. Quizás China ya hubiera adquirido, mucho tiempo atrás, por completo aquella riqueza compatible con su naturaleza y sus leyes e instituciones. Las narraciones de todos los viajeros, inconsistente en muchos otros aspectos, están de acuerdo en el bajo nivel de los salarios, y en la dificultad en que se haya un trabajador para criar una familia en China. Se dan por satisfechos si, tras escarbar todo el día en el campo, pueden obtener al final del día una pequeña cantidad de arroz. La condición de los artesanos es, si cabe, aún peor. En lugar de esperar indolentemente en sus talleres las peticiones de los clientes, como en Europa, los artesanos chinos recorren continuamente las calles con sus herramientas de sus respectivos negocios, ofreciendo sus servicios, como si estuvieran demandando empleo. La pobreza de las más bajas clases en China sobrepasa, de lejos, la de las naciones más míseras de Europa. En las cercanías de Cantón, cientos, como comúnmente se dice, quizás miles de familias, no disponen de techo en tierra firme, por lo que viven constantemente en pequeñas barcas de pesca en los ríos y canales. La subsistencia que ellos encuentran es tan escasa que se pelean para pillar las basuras más feas que los barcos europeos arrojan por la borda. Cualquier carroña, el cadáver de un perro o un gato muerto, por ejemplo, aunque esté medio podrido y maloliente, es tan bienvenido para ellos como la comida más nutritiva para la gente de otros países. El matrimonio se promueve en China no por el rendimiento que pueden dar los hijos, sino por la libertad de deshacerse de ellos. En todas las grandes ciudades varios niños son abandonados en las calles, o ahogados como cachorrillos en el agua. Se dice incluso que la realización de este horrible oficio es el trabajo declarado de algunas personas que con él se ganan el sustento.
1.8.24 China, sin embargo, a pesar de encontrarse en una situación de estancamiento, no parezca que vaya hacia atrás. Sus ciudades no se ven abandonadas por sus habitantes. Las tierras, una vez puestas en cultivo, no son nunca abandonadas. Las mismas, o casi las mismas labores anuales deben ser realizadas, y los fondos destinados para mantenerlas no pueden ser, consecuentemente, sensiblemente disminuidos. Las clases más bajas de trabajadores, por lo tanto, pese a la escasez de su subsistencia, deben, de una manera u otra, hacer el esfuerzo para mantener el número de los de su raza.
1.8.25 Sería diferente en un país donde los fondos destinados para el mantenimiento de la mano de obra estuvieran decayendo sensiblemente. Cada año, la demanda de sirvientes y empleados sería, en todas las diferentes clases de empleos, menor que lo que fue en el año previo. Muchos de los que han sido educados en las clases superiores, no siendo capaces de encontrar trabajo en su propio oficio, estarían encantados de encontrarlos en las más bajas. Las clases más bajas, viéndose no sólo concurridas con sus propios trabajadores, sino además con los de otras clases, la competencia por el empleo será tan grande que reducirá los salarios del trabajo a la más mísera y escasa supervivencia del trabajador. Muchos, siendo incapaces de encontrar empleo incluso en estos duros términos, morirían de hambre, o serían obligados a buscar su subsistencia, bien pidiendo limosna, bien quizás perpetrando las más grandes atrocidades. La necesidad, el hambre y la mortalidad inmediatamente prevalecerán en esas clases, y desde ellas se extenderán a todas las clases superiores, hasta que el número de habitantes en el país se reduzca a aquel número que pueda ser fácilmente mantenido por los ingresos y el stock que permanezca en él, y que hayan escapado de la tiranía o de las calamidades que haya destruido al resto. Este quizás es el estado actual de Bengala, y el de algunos de los asentamientos ingleses en las Indias Orientales. En un país fértil que haya sufrido una despoblación, donde la subsistencia, consecuentemente, no debería ser muy difícil, y donde, a pesar de ello, tres o cuatro cientas mil personas mueren de hambruna cada año, debemos asegurar que los fondos destinados al mantenimiento de los trabajadores pobres están rápidamente decayendo. La diferencia entre el genio de la constitución británica que protege y gobierna Norteamérica y esa compañía mercantil que oprime y domina en las Indias Orientales, no puede ser mejor ilustrado por el diferente estado de ambos países [se refiere el autor a la Compañía de las Indias Orientales, que fue fundada en 1.600 por Isabel I de Inglaterra con la intención de garantizar los privilegios del comercio en la India. A. Smith se mostró opuesto a estos privilegios reales por ser contrarios al libre comercio. Parece, sin duda, a todas luces excesivo, atribuir la mala situación de las clases más bajas del Golfo de Bengala solamente a la existencia de esta Compañía, cuando en los apartados 1.8.21 y 1.8.22 acaba de afirmar que el progreso de las colonias británicas en Norteamérica viene del rápido crecimiento de la población, partiendo de un nivel de despoblamiento muy grande de enormes territorios, crecimiento prácticamente imposible en dicho Golfo, donde había, aunque no lo dice, superpoblación en vez de "escasez de manos". Nuevamente se encuentra alguna contradicción dentro del transcurso de su teoría. Parece que sus ganas de criticar al mercantilismo le puede sobre la objetividad].
1.8.26 Una recompensa del trabajo generosa, por lo tanto, así como su necesario efecto, es el síntoma natural del incremento de la riqueza nacional. El escaso mantenimiento de los trabajadores pobres, de otro lado, es el síntoma natural que las cosas son estables, y su condición hambrienta que las cosas van rápidamente para atrás.
1.8.27 En la actualidad y en Gran Bretaña, los salarios parecen que son evidentemente mayores de lo que es estrictamente necesario para permitir a los trabajadores alimentar a una familia. Para satisfacernos a nosotros mismos sobre este punto no será necesario entrar en un cálculo tedioso o dudoso sobre cual deber ser la menor cantidad sobre lo que es posible hacer eso. Hay muchos claros síntomas de que los salarios, en ningún lugar de este país, están regulados por la tasa más baja que es consistente con la más común de las humanidades [en la traducción de 1794 realizada en 1794 por el Linc. Joseph Alonso Ortiz, a aparece aquí después de este párrafo la Sección II, pero al principio de este capítulo ni después, no aparece ninguna Sección I].
1.8.28 Primero, en cualquier parte de Gran Bretaña hay una distinción, incluso en las más bajas especies de trabajo, entre los salarios del verano y del invierno. Los salarios del verano son siempre mayores. Pero teniendo en cuenta los gastos extraordinarios de combustible, el mantenimiento de una familia es más elevado en invierno. Por el contrario, los salarios son más elevados cuando los gastos son menores, parece evidente que no están regulados por lo que es para estos gastos, sino por la cantidad y supuesto valor del trabajo. Un trabajador, debemos insistir, debe ahorrar parte de sus salarios del verano para sufragar sus gastos del invierno y que los gastos de todo el año no deben exceder de los ingresos necesarios para mantener a una familia durante todo el año. Un esclavo, sin embargo, o alguien absolutamente dependiente de nosotros para su inmediata subsistencia, no es tratado de esa manera. Su subsistencia diaria debe ser suministrada para sus necesidades diarias.
1.8.29 Segundo, los salarios en Gran Bretaña no fluctúan con los precios de las provisiones. Estas varían en cualquier lugar, de año en año, frecuentemente de mes a mes. Pero en muchos lugares, el precio monetario del trabajo permanece constante a veces durante medio siglo. Si en estos lugares, por consiguiente, los pobres trabajadores pueden mantener sus familias en los años con precios más caros, debe ser fácil en tiempos de moderada abundancia, y debe ser en abundancia en aquellos años de artículos extraordinariamente baratos. Los elevados precios de las provisiones durante los últimos diez años no ha sido acompañados, en muchas partes del reino, con ningún aumento notable del valor monetario del trabajo. Y si en algún lugar del reino ha habido algún aumento del valor pecuniario del trabajo, es más probable que sea debido al aumento de la demanda del trabajo que al aumento del precio de las provisiones.
1.8.30 En tercer lugar, como los precios de las provisiones varían de un año a otro más que los salarios, así los salarios varían de un lugar a otro más que el precio de las provisiones. Los precios del pan y de la carne son generalmente los mismos o casi los mismos a lo largo y ancho del Reino Unido. Estas y otras muchas mercaderías que se venden al por menor, y de este modo las compran los trabajadores pobres, son, en general, tan o más baratos en las ciudades grandes que en las más remotas del país, por las razones que más tarde tendré la oportunidad de explicar. Pero la recompensa del trabajo en una ciudad grande y en sus cercanías son frecuentemente una cuarta o una quinta parte, un veinte o veinticinco por ciento superiores que a unas pocas millas de distancia. En dieciocho peniques al día puede estimarse el precio corriente del trabajo en Londres y en sus cercanías. Y a pocas millas de distancia cae a catorce o quince peniques. En diez peniques puede cifrarse el precio del trabajo en Edimburgo y su contorno. A unas pocas millas de distancia cae a ocho peniques, el precio usual del trabajo común en la mayor parte de las tierras bajas de Escocia, donde varía mucho menos que en Inglaterra. Semejante diferencia de precios, que parece no es siempre suficiente para transportar un hombre de una parroquia a otra, necesariamente daría ocasión a transportar las mercancías más voluminosas, no sólo de una parroquia a otra, sino de un extremo al otro del país, casi de un extremo al otro del mundo, así que pronto se reduciría la diferencia de precios al mínimo. Después de todo lo que se ha dicho sobre la ligereza y la inconstancia de la naturaleza humana, parece evidente deducir que un hombre es, de todos los tipos de equipaje, el más difícil de transportar. Si el trabajador pobre, por lo tanto, puede mantener a sus familias en aquellas partes del reino donde el precio del trabajo es el más bajo, deben nadar en la opulencia donde es el más alto.
1.8.31 En cuarto lugar, las variaciones en el coste de la mano de obra no solo no corresponde ni espacial ni temporalmente con los precios de las provisiones, sino que muchas veces son opuestos.
1.8.32 Los cereales, el sustento del pueblo llano, es más caro en Escocia que en Inglaterra, de donde aquella recibe grandes cantidades de la primera. Pero el trigo inglés debe ser vendido más caro en Escocia, el país al cual es llevado, que en Inglaterra, el país del cual sale. Y en proporción a su calidad, no puede ser vendido más caro en Escocia que el propio trigo escocés que acude al mercado con el cual compite. La calidad del grano depende principalmente de flor o harina que rinde en el molino, y a este respecto, el trigo inglés es muy superior al escocés, por lo que es más caro si lo medimos en medidas de volumen, es en realidad más barato si lo medimos al peso o si tenemos en cuenta su calidad. El precio del trabajo, al contrario, es más caro en Inglaterra que en Escocia. Si los trabajadores pobres, por lo tanto, pueden mantener a sus familias en esta parte del reino, con más solvencia podrán hacerlo en la otra. El pan de cebada alimenta a la gente común en Escocia, y es la mayor y la mejor parte de su alimentación, y es un alimento en general muy inferior al que consumen aquellos de sus vecinos de igual rango en Inglaterra. Pero esta diferencia en la alimentación no es la causa, sino el efecto de esta diferencia en los salarios, aunque por un extraño error, frecuentemente he oído que esta es la causa. No es porque un hombre circule en coche mientras que su vecino va a pie por lo que un hombre es rico y el otro pobre, sino porque uno es rico posee coche, y porque el otro es pobre va a pie.
1.8.33 Durante el transcurso del pasado siglo, tomando un año con otro, el cereal fue más caro en ambas partes del Reino Unido que durante el presente siglo. Este es un hecho establecido sobre el que no hay ninguna duda razonable, y la prueba de ello es, si cabe, aún más decisiva con respecto a Escocia que con respecto a Inglaterra. Estamos aún más seguros de los precios de los granos en Escocia por la evidencia de las valoraciones públicas hechas bajo juramento durante las ferias anuales, de acuerdo con la situación real de los mercados de las diferentes clases de granos de las distintas comarcas de Escocia [en la traducción del Lic. Joseph Alonso Ortiz de 1794, aquí se rompe este párrafo en dos]. Si semejante prueba directa hubiera necesitado alguna prueba colateral para confirmarla, obsérvese que lo mismo ha transcurrido en Francia, y probablemente en muchas otras partes de Europa. Con respecto a Francia, la prueba es la más clara de todas. Pero aunque es cierto que en ambas partes del Reino Unido el cereal estaba algo más caro en el siglo pasado que en el presente, es igualmente cierto que la mano de obra fue mucho más barata. Por lo tanto, si los trabajadores pobres pudieron mantener y criar a sus familias entonces, ahora debe ser mucho más fácil que antes. En el siglo pasado, el salario diario más usual del trabajo común en la mayor parte de Escocia eran seis peniques en verano [equivalentes a 2 y 1/4 reales de vellón, según el licenciado Joseph Alonso Ortiz] y cinco en invierno. Tres chelines a la semana más o menos todavía se continúa pagando en algunas partes de las tierras altas de Escocia y en las Islas Occidentales. A lo largo y ancho de la mayor parte de las tierras bajas y llanas, los salarios más comunes del trabajo de categoría ínfima son ahora de ocho peniques al día; diez peniques, a veces un chelín en Edimburgo y sus cercanías, en las comarcas que tienen frontera con Inglaterra, probablemente por esa cercanía, y en otros pocos lugares donde ha crecido últimamente la demanda de trabajo, en torno a Glasgow, Carron, Ayrshire, etc. En Inglaterra, las mejoras de la agricultura, las manufacturas y el comercio empezaron mucho antes que en Escocia. La demanda de trabajo, y consecuentemente su precio, debe necesariamente haberse incrementado con estas mejoras. Por ello, en el último siglo, así como en el presente, los salarios eran mayores en Inglaterra que en Escocia. Desde el siglo pasado, los salarios han crecido considerablemente, aunque por la mayor variedad de salarios pagados, es difícil calcular cuánto. [en la edición online de la biblioteca La Fragua de la Universidad de Puebla (México) figura la siguiente nota a pie de página: En Andalucía y Castilla La Vieja puede considerarse el jornal de un obrero, 4 rs. y 1/4 a 5, hecha la computación media entre los de verano e invierno; en esto vienen a estar casi iguales ambas provincias, y sin embargo, el precio de los granos en Andalucía es siempre mucho más alto que en Castilla; de hecho confirma la opinión del autor en esta parte]. En 1614, la paga de un soldado raso era la misma que ahora, ocho peniques al día. Cuando por primera vez fue establecida, esta fue naturalmente regulada por la paga de los trabajadores comunes, la clase social de donde los soldados rasos sale. Lord Hales, Justicia Mayor de Inglaterra, quién escribió en los tiempos de Carlos II, calcula el gasto necesario para mantener una familia de trabajadores compuesta por seis personas, el padre, la madre, dos chicos capaces de hacer algo y otros dos incapaces, de diez chelines a la semana o 26 libras al año [según la edición anterior, son 2.340 reales de vellón]. Si no pueden ganar esta cantidad trabajando, se ven obligados a pedir limosna o robándolo. Parece que Lord Hales estudió muy bien el tema [según la edición del Lic. Joseph Alonso Ortiz, veáse su Scheme for the Maitenance of the Poor in Burns History of The Poor Laws]. En 1688, Mr. Gregory King [1648-1712], cuya habilidad en Aritmética política elogia el Dr. Davenant [Charles Davenant (1656-1714)], calculó el ingreso ordinario de los trabajadores y sirvientes que vivían fuera de la casa en 15 libras al año para una familia consistente en tres personas y media, unos con otros. Sus cálculos, aunque diferentes en apariencia, corresponde en lo esencial con el del Lord Hales. Ambos suponen el gasto semanal de esas familias es alrededor de 20 peniques por cabeza. Los ingresos pecuniarios y los gastos de ese tipo de familias se han incrementado considerablemente desde aquel entonces en la mayor parte del reino; en algunos lugares más, y en otros, menos; aunque quizás en casi ningún lugar tanto como las cifras exageradas que últimamente se han presentado en público. El precio del trabajo, hago observar al lector, no puede ser calculado muy exactamente en ningún lugar, ya que diferentes salarios se pagan en el mismo lugar y por la misma clase de trabajo, no sólo de acuerdo con las distintas habilidades del trabajador, sino también debido a la diferente bondad o dureza de los amos. Allí donde los salarios no están regulados por la ley, todo lo que podemos pretender es determinar el salario más usual; y la experiencia parece enseñarnos que la ley nunca puede regular los salarios adecuadamente, aunque frecuentemente se pretenda hacerlo.
1.8.34 La recompensa real del trabajo, la cantidad real de cosas convenientes y necesarias para la vida que el trabajo puede procurarnos, se ha incrementado, en el transcurso del presente siglo, quizás en una proporción mayor que su precio monetario. No sólo los cereales se han vuelto algo más baratos, sino también muchas cosas saludables y agradables para los trabajadores industriosos y pobres. Las patatas, por ejemplo, en la actualidad cuestan la mitad de lo que costaban hace treinta o cuarenta años. Lo mismo se podría decir de los nabos, zanahorias y repollos; cosas que antes se cultivaban con la azada, ahora se cultivan con el arado. Los productos del huerto se han abaratado. La mayor parte de las manzanas e incluso cebollas consumidas en Gran Bretaña fueron el siglo pasado importadas de Flandes. Los grandes progresos en las manufacturas bastas, tanto de lino como de lana, proporcionan a los trabajadores ropas más baratas y mejores; y el progreso en las manufacturas más bastas de metales provee de instrumentos más baratos y mejores a los profesionales, y también de muchas cosas agradables y convenientes para el hogar, como el mobiliario. Sin embargo, el jabón, la sal, las velas, el cuero, e incluso los licores fermentados, se han vuelto considerablemente más caros, principalmente por las muchas tasas que las gravan. Sin embargo, los pobres consumen muy pocos de estos artículos, y el aumento del precio de los primeros es inferior al descenso de los segundos, así que el aumento de precio de los primeros se compensa la disminución del precio de tantas cosas. La queja más común es que el lujo se extiende incluso a las clases más bajas de la sociedad, y que los trabajadores pobres no se contentan ahora con la misma comida, vestido, y habitación que les satisfacía antes nos debe convencer que no sólo el precio monetario del trabajo, sino además su precio real, ha aumentado.
1.8.35 ¿Esta mejora en las condiciones de vida de las clases más bajas debe considerarse una ventaja o un inconveniente para la sociedad? La respuesta parece, a primera vista, estar clara. Sirvientes, trabajadores y obreros de cualquier tipo son la mayor parte de cualquier sociedad. Lo que mejora las condiciones de vida de la mayor parte nunca puede ser considerado como un inconveniente para la totalidad. Ninguna sociedad puede seguramente ser próspera y feliz cuya mayor parte de sus miembros es pobre y miserable. Además, es bastante equitativo que quienes nos alimentan, nos visten y nos proporcionan habitación compartan una parte del producto de su propio trabajo y que ellos mismos se proporcionen tolerablemente bien alimento, vestido y habitación.
1.8.36 La pobreza, aunque sin duda lo desalienta, no impide el matrimonio. Parece que incluso favorece la procreación. Frecuentemente las mujeres medio depauperadas de las tierras altas tienen más de veinte hijos, mientras que las damas finas y delicadas a veces es incapaz de tener ninguno, y las más de las veces queda exhausta con dos o tres. La infertilidad, muy frecuente entre las mujeres elegantes, es muy rara entre las de clase inferior. El lujo, en el sexo femenino, mientras inflama las pasiones por el mero goce placentero, debilita y frecuentemente destruye el poder de procreación.
1.8.37 Pero la pobreza, aunque es un inconveniente para la procreación, es extremamente desfavorable para la crianza de los niños. La planta tierna nace, pero crece en una tierra tan fría y en un clima tan severo que pronto se agosta y muere. Según me cuentan, no es poco frecuente que una madre que ha tenido veinte hijos no le queden más que dos vivos. Varios oficiales de gran experiencia me han asegurado que nunca fueron capaces de reclutar para su regimiento pífanos [persona que toca el pífano, una especie de flautín agudo de las bandas militares] y tambores de los niños que han nacido de sus propios soldados que nacieron en el regimiento, aún a pesar de que rara vez se ve tantos niños como en los barracones de los soldados y sus soldados. Sólo unos pocos de ellos llegan a la edad de 13 ó 14. En ciertos lugares la mitad de los niños muere antes de cumplir los 4 años de edad; en muchos lugares antes de cumplir los 7; y en la mayoría antes de cumplir los 9 ó 10. Esta gran mortalidad, sin embargo, se halla entre los niños de las clases más comunes, quienes no pueden permitirse su mantenimiento con el mismo cuidado que aquellos que están en mejor situación. Aunque los matrimonios de aquellos son más fecundos que los de la gente elegante, una pequeña proporción de los chicos llega a la madurez. En los hospitales de caridad y en los niños criados en la caridad de las parroquias, la mortalidad es mayor que entre la gente común.
1.8.38 Todas las especies de animales se multiplican en proporción a los medios de su subsistencia, y ninguna especie puede multiplicarse más allá. Pero en la sociedad civilizada, sólo entre las clases inferiores se pueden establecer los límites a la reproducción de la especie humana; y no puede ser de otra manera que destruyendo una gran parte de los niños que sus fecundos matrimonios producen.
1.8.39 Recompensar liberalmente el trabajo, estableciendo una provisión alimenticia mayor para los niños, y consiguientemente, la crianza de un mayor número de ellos, naturalmente tiende a ampliar y extender esos límites. También es necesario remarcar que ello es posible en la proporción en que la demanda de trabajo lo requiere. Si dicha demanda se está continuamente incrementando, la recompensa del trabajo naturalmente facilita el matrimonio y la multiplicación de los trabajadores, de tal modo que les permita satisfacer la demanda de mano de obra mediante un incremento de la población. Si el salario fuera en cualquier momento menor de lo necesario para este propósito, la deficiencia de manos pronto elevaría el salario; y si el salario fuera mayor, la excesiva multiplicación de la mano de obra pronto lo reduciría. El mercado se encontraría en un caso sobre abastecido, y en el otro sub abastecido, y así que en seguida el mercado forzaría el salario al nivel que las circunstancias de la sociedad requieren. De este modo, la demanda de hombres, al igual que cualquier otra mercadería, regulan necesariamente la producción de hombres; la acelera cuando marcha con demasiada lentitud, y la frena cuando marcha demasiado deprisa. Es la demanda la que determina y regula la producción de la especie humana, en América del Norte, en Europa y en China; es la demanda lo que hace que la población crezca rápidamente al principio, más despacio y gradual después, y por último se vuelva estacionario [En el punto anterior y en este fundamentan muchos el darwinismo social, la eugenesia y el maltusianismo].
1.8.40 El gasto de un esclavo, según se dice, es a expensas de su amo; pero el de un criado es a sus propias expensas. El desgaste de este último, sin embargo, es, en realidad, a expensas de su amo, tanto como el del esclavo. Los salarios pagados a jornaleros y criados de cualquier clase deben ser tales que les permitan, unos con otros, prolongar la raza de los jornaleros y criados, de acuerdo con la demanda creciente, estacionaria o en disminución que la sociedad demandara. Pero aunque el desgaste de un criado libre recaiga sobre su amo, este generalmente es inferior al de un esclavo. El fondo destinado a reemplazarlo y repararlo, si me es permitido decirlo así, del esclavo, es administrado por un amo negligente o por un capataz despreocupado. El fondo destinado a desempeñar el mismo papel con relación al hombre libre es administrado por él mismo. Los mismos desórdenes que prevalecen en la economía de los ricos, son observados también en la economía de los criados libres: la estricta frugalidad y parsimoniosa atención de los pobres se encuentran en los segundos. Y bajo tan diferente forma de regir, el mismo propósito debe requerir muy diferentes grados de expensas para ejecutarlo. Parece pues en consecuencia, de la experiencia de todas las épocas y naciones, según creo, que el trabajo hecho por hombres libres sale más económico que el realizado por esclavos. Esto ocurre así incluso en Boston, Nueva York y Filadelfia, donde los salarios del trabajo común son muy altos.
1.8.41 Por lo tanto, la recompensa liberal del trabajo, como es el efecto del aumento de la riqueza, también es la causa también del aumento de la población. Quejarse de ello es lamentarse de la causa y el efecto de la mayor prosperidad pública.
1.8.42 Tal vez merece ser señalado que es en el estado progresivo de la sociedad, mientras la sociedad está avanzando en adquisiciones posteriores, la condición de la gente trabajadora y pobre y de la mayor parte del pueblo, parece ser la más feliz y la más confortable, en vez de cuando la sociedad ha adquirido todas sus riquezas. La condición de la gente trabajadora y pobre y de la mayor parte del pueblo es dura en el estado estacionario, y miserable en el estado declinante. Un estado que progresa está, en realidad, lleno de alegría y prosperidad para todos los diferentes órdenes de la sociedad. El estacionario es triste. El declinante, melancólico.
1.8.43 Del mismo modo que la recompensa generosa del trabajo fomenta la procreación, anima y aumenta la laboriosidad del pueblo llano. Los salarios del trabajo son los estímulos de la laboriosidad, los cuales, como cualquier otra cualidad humana, mejora en proporción al estímulo que recibe. Una manutención abundante acrecienta la energía física del trabajador, y la confortadora esperanza de mejorar su condición y de acabar tal vez sus días en la holgura y en la abundancia, le da tal vez ánimos para poner esa energía en tensión hasta el máximo. Allí donde los salarios son elevados, encontraremos por consiguiente que los trabajadores son siempre más activos, más diligentes y más expeditivos que en los lugares donde los salarios son bajos; en Inglaterra, por ejemplo, más que en Escocia; en el vecindario de grandes ciudades, más que en los apartados pueblos del campo. Habrá, desde luego, algunos obreros que, si ganan en cuatro días lo suficiente para mantenerse todas las semanas, haraganearán los otros tres días. Pero esto no es, de ninguna manera, el caso de la mayoría. Por el contrario, cuando los trabajadores son pagados libremente a tanto por pieza, trabajan en exceso y llegan a arruinar su salud y su organismo en escasos años. Un carpintero en Londres, y en algunos otros lugares, no conserva su vigor máximo más allá de ocho años. Algo del mismo estilo pasa en muchas otras profesiones y oficios, cuando el hombre es pagado a destajo, como generalmente ocurre en las manufacturas, e incluso en el mundo del trabajo rural, siempre que los salarios sean mayores de lo común. Casi todas las clases de artesanos están sujetas a algún tipo de debilidad física ocasionada por la excesiva aplicación de su peculiar especie de trabajo. Ramuzzini, un eminente médico italiano, ha escrito un libro particular sobre estas enfermedades. Normalmente no consideramos a nuestros soldados como los más trabajadores de nuestra gente. Pero incluso cuando nuestros soldados han sido empleados en determinadas clases particulares de trabajo, y pagados generosamente a destajo, sus oficiales se han visto a menudo obligados a estipular con el contratista que no se les permitiera ganar más de un cierta cantidad diaria, de acuerdo a la tasa que deberían ser pagados. Hasta que esta estipulación fue hecha, la rivalidad entre ellos y el ansia de mayores ganancias frecuentemente les llevó a trabajar en exceso y deteriorar su salud. Con frecuencia, el excesivo trabajo durante los cuatro días a la semana lleva a holgazanear los otros tres, lo cual produce numerosas quejas. Tras un gran trabajo, tanto físico como mental, continuado por varios días, en la mayoría de los hombres se produce un gran deseo de relajación, que, cuando no se ve contenido por la fuerza o por alguna necesidad imperiosa, resulta casi irresistible. Es esa una llamada de la naturaleza, que requiere que se la alivie, a veces entregándose al descanso, otras veces entregándose a la disipación y a la diversión. Si no se accede a esta llamada, las consecuencias son a menudo peligrosas, a veces fatales, acarreando más pronto o más tarde, la debilidad característica de la profesión. Si los amos siempre escucharan los dictados de la razón y la humanidad, frecuentemente tendrían la oportunidad de moderar en vez de animar la laboriosidad de muchos de sus obreros y sirvientes. Se encontrará evidente, según creo, que en cualquier profesión, el hombre que trabaja moderadamente, es capaz de realizar un trabajo constante, preserva su salud, pero en el transcurso del año ejecuta la mayor cantidad de trabajo.
1.8.44 Se dice que, en los años de mercancías más baratas, los trabajadores son generalmente más indolentes, y en los años de carestía, son más trabajadores de lo común. Por lo tanto y como conclusión, un año de subsistencias abundantes, disminuye la laboriosidad, y un año de escasez anima la laboriosidad. Es indudable que una abundancia mayor que la ordinaria puede volver a algunos hombres perezosos; pero no debe surtir el mismo efecto para la mayoría; No es probable que el hombre trabaje mejor cuando está mal alimentado, enfermo o desanimado, que cuando está bien alimentado, sano o animoso. Por lo general, los años de carestía son años de epidemias y mortandad entre la gente llana del pueblo, por lo cual no puede evitarse la disminución de la industria.
1.8.45 En los años de abundancia, los sirvientes frecuentemente abandonan a sus amos y confían su subsistencia a lo que pueden hacer por su propia industria. Pero la misma baratura de las provisiones, mediante el incremento del fondo que es destinado al mantenimiento de los sirvientes, anima a los amos, a los granjeros especialmente, para emplear un mayor número de sirvientes. En semejantes ocasiones, los granjeros esperan un mayor beneficio de sus cereales manteniendo unos pocos más trabajadores en lugar de vender los cereales en el mercado a un menor precio. La demanda de criados se incrementa, mientras que el número de aquellos que se ofrecen a afrontar tal demanda disminuye. El precio del trabajo, por lo tanto, se encarece en los años de precios bajos [Smith argumenta que el capital es todo y solo capital circulante, y que hay una tasa natural de beneficios que, según parece, él pensaba que es fija, digamos un 10% del fondo de salarios empleados. A contratar más trabajadores, el fondo de salarios debe ampliarse, por ejemplo, de £1.000 libras a £1.200, el beneficio pasará de £100 a £120. Evidentemente esto solo ocurre en épocas de expánsión económica, que es de suponer coincidan con las épocas de alimentos baratos].
1.8.46 En los años de escasez, la dificultad y la incertidumbre de la subsistencia hace a la gente ansiosa de volver al servicio. Pero los altos precios de las provisiones, al disminuir el fondo destinado al mantenimiento de los criados, hacen que los amos tiendan a disminuir, más que aumentar, el número de aquellos. En los años caros, los trabajadores pobres e independientes frecuentemente consumen los pequeños stocks de los cuales se han mantenido ellos mismos con los materiales y herramientas de su trabajo, y se ven obligados a convertirse en jornaleros para mantenerse. Más gente busca empleo de la que fácilmente puede conseguirlo; muchos están deseando de conseguirlo a condiciones más bajas que las ordinarias, y los salarios de los sirvientes y jornaleros frecuentemente se hunde en los años caros.
1.8.47 Los amos de toda clase y condición frecuentemente obtienen sus mayores ganancias con la servidumbre en los años más baratos que en los más caros, y los encuentran más humildes y dependientes en los primeros que en los segundos. Los amos naturalmente encuentran a los primeros más favorables a la industria. Los terratenientes y granjeros, dos de los principales grupos de amos, tienen otras dos razones para estar contentos con los años más caros. La renta de los primeros y los beneficios de los segundos dependen mucho del precio de los cereales. Nada puede ser más absurdo, sin embargo, que imaginar que los hombres en general deberían trabajar menos que cuando trabajan para ellos mismos, que cuando trabajan para otra gente. Un trabajador pobre independiente será generalmente más industrioso que incluso un jornalero que trabaja a destajo. Uno disfruta del producto entero de su trabajo; el otro lo comparte con su amo. El primero, en su estado separado e independiente, está menos expuesto a las tentaciones de las malas compañías, las cuales en las grandes factorías tan frecuentemente arruina la moral de los segundos. La superioridad del trabajador independiente sobre los otros sirvientes, que son contratados por el mes o por el año, y cuyo salario y mantenimiento son los mismos independientemente de que hagan mucho o poco es todavía mayor. En los años de provisiones baratas tiende a aumentar la proporción de trabajadores independientes sobre el de jornaleros y sirvientes de todo tipo, y en los años de subsistencias baratas tiende a disminuir.
1.8.48 Un autor francés de gran conocimiento e ingenio, Mr. Messance, síndico de herencias en la elección de St. Etienne, intenta demostrar que los pobres trabajan más en los años de copiosidad que en los de estrecheces, y para ellos, compara la cantidad y el valor de las mercaderías y artículos hechas en diferentes ocasiones en tres diferentes manufacturas; Una de paños bastos situada en Elbeuf; una de lino y otra de seda, cuyos productos circulan por todo el contorno de Rouen. De sus datos, extraídos de los archivos de las oficinas públicas, se desprende que, la cantidad de mercancías y el valor de las mismas fabricadas en estas tres manufacturas, usualmente ha sido mayor en los años baratos que en los caros; y siempre fue mayor en los más baratos y menores en los más caros. Parece que se trata de industrias que están en un estado estacionario, o lo que es lo mismo, si bien su producción puede variar un poco de un año a otro, se mantienen de pie sin ir ni para atrás ni para adelante.
1.8.49 Las manufacturas de lino en Escocia y de lanas comunes al oeste de Yorkshire son manufacturas en crecimiento, y sus producciones, con algunas variaciones, están generalmente en crecimiento, tanto en cantidad como en valor. Examinado sus cuentas de producción anual, sin embargo, no he sido capaz de observar que sus variaciones hayan tenido alguna relación clara con la abundancia y la escasez. En 1740, un año de gran escasez, ambas manufacturas parecen haber declinado bastante. Pero en 1756, un año de gran escasez, la manufactura escocesa hizo avances superiores a lo ordinario. La manufactura de Yorkshire, sin duda, que declinó, y su producción no creció lo que debería haber subido entre 1755 y 1766 después del rechazo a la Ley del Sello Americano. En ese y al año que le siguió la producción creció enormemente con respecto a lo que había sido antes de la revocación de dicha ley, y continuó creciendo desde entonces.
1.8.50 El producto de todas las grandes manufacturas para mercados lejanos debe necesariamente depender, no mucho en lo caro o lo barato que sea la época en los países a los que es enviada, sino más bien de las circunstancias que afectan la demanda en los países en lo que es consumida; de la paz o de la guerra, de la prosperidad o la decadencia de las industrias rivales y del buen o mal estado de ánimo de sus principales clientes. Además, una gran parte de los trabajos extraordinarios que probablemente es realizada en los años de subsistencias baratas nunca entra en los registros públicos de mercaderías. Los sirvientes varones dejan a sus amos en los años de prosperidad y se vuelven trabajadores independientes. Las criadas vuelven al hogar paterno, y comúnmente se dedican al hilado con el fin de fabricar prendas para ellas y sus familias. Incluso los trabajadores independientes no siempre trabajan para la venta al público, sino que algunos vecinos los emplean para crear manufacturas para uso familiar. El producto de su labor, por consiguiente, no siempre figura en los registros públicos cuyos datos son a veces publicados con mucha ceremonia y pomposidad, y de los cuales nuestros mercaderes y manufactureros, a menudo, vanamente pretenden anunciar la prosperidad y el declive de los grandes imperios.
1.8.51 Aunque las variaciones en el precio de la mano de obra no siempre corresponde con el precio de las provisiones, sino que además son frecuentemente de signo contrario, no debemos por eso imaginar que el precio de las provisiones no tiene ninguna influencia en el precio del trabajo. El precio monetario del trabajo está necesariamente regulado por dos circunstancias; la demanda de trabajo, y el precio de las cosas necesarias y convenientes para la vida. La demanda de trabajo, determina la cantidad de cosas convenientes y necesarias para la vida que debe ser entregada a los trabajadores, acorde con lo que sucede en un estado creciente, estacionario o en declive, o lo que requiere una población en aumento, estacionaria o en declive; y el precio monetario del trabajo es determinado por los requisitos para adquirir esta cantidad. Aunque el precio monetario del trabajo, por lo dicho antes, es a veces alto cuando el precio de las provisiones es bajo, aquel sería todavía más alto si el precio de las provisiones fuera alto.
1.8.52 Esto es así porque en los años de abundancia repentina y extraordinaria la demanda de trabajo aumenta, y disminuye en los años de escasez repentina y extraordinaria, que el precio monetario del trabajo se levanta en uno y cae en el otro.
1.8.53 En un año de repentina y extraordinaria plenitud, hay fondos suficientes en manos de los empleadores de la industria para mantener y emplear un número mayor de gente industriosa que han sido empleados en el año anterior; y ese extraordinario número no siempre se puede encontrar. Por lo tanto, aquellos amos que desean contratar mayor número de trabajadores se pelean por ellos, lo que a veces hace elevar, tanto el precio monetario como el precio real de su trabajo.
1.8.54 Lo contrario sucede en un año de repentina y extraordinaria escasez. Los fondos destinados al empleo en la industria son inferiores a los del año anterior. Un considerable número de gente son echados de sus empleos, y los trabajadores se pelean los unos contra los otros para conseguir uno, lo que a veces hace bajar tanto el salario monetario como el real. En 1740, un año de extraordinaria escasez, mucha gente estaba deseosa de trabajar sólo por la mera subsistencia. En los sucesivos años de plenitud, fue difícil encontrar trabajadores y sirvientes.
1.8.55 La escasez de los años caros, al disminuir la demanda de trabajo, tiende a disminuir su precio, así como el alto precio de las provisiones tiende a aumentarlo. La plenitud de los años baratos, al contrario, al aumentar la demanda, tiende a aumentar el precio del trabajo, así como el la baratura de las provisiones tiende a bajarlo. En las variaciones ordinarias del precio de las provisiones, estas dos causas tienden a contrabalancearse la una con la otra, lo cual es, probablemente, la razón por la que los salarios, en todas partes, son mucho más regulares y permanentes que el precio de las provisiones.
1.8.56 El incremento en los salarios necesariamente incrementa el precio de muchos artículos, al incrementar la parte de él que se resuelve en salarios, y de tal modo tiende a disminuir su consumo, tanto en el propio país como en el extranjero. La misma causa, sin embargo, que hace crecer los salarios, al aumentar el stock de capital, tiende a incrementar los poderes productivos del capital, y a hacer que una menor cantidad de trabajadores produzca una mayor cantidad de producción. El dueño del capital, que emplea un mayor número de trabajadores, necesariamente se esfuerza, por su propio interés, en hacer una mayor y mejor división del trabajo para que ellos sean capaces de producir una mayor cantidad de producto. Por la misma razón, el dueño del capital se esfuerza con suministrarle de la mejor maquinaria que pueda imaginar. Lo mismo que ocurre en un pequeño taller ocurre, por la misma razón, en una gran sociedad. Cuanto mayor sea el número de trabajadores, más naturalmente se dividen en clases y subdivisiones de empleo. Más cabezas están ocupadas en inventar la maquinaria más apropiada para realizar el trabajo de cada uno, y por lo tanto, más posible que sean inventadas. Hay muchas mercancías que, por lo tanto, a consecuencia de estas mejoras, pueden ser producidas con mucho menos trabajo que antes, y el incremento de su precio puede ser compensada por una menor cantidad.